Los valores culturales y el idioma se encuentran…¡de forma muy sabrosa en España! Bueno, como en Italia, al fin y al cabo ;-)…
1. Salir un churro
Empecemos la lista con una defensa convencida de los churros: recién salidos de la sartén, descansando sobre una servilleta que se llevará un poquito de la grasa del aceite, antes de ser sumergidos en un espeso chocolate caliente, son perfectos. Empecemos a usar esta expresión al revés. ¿En qué momento decidimos que nos salga algo un churro es malo? Los churros nunca lo son.
2. Me importa un pimiento
Los pimientos merecen también que revisemos nuestro respeto por ellos. ¿No es esta expresión ofensiva para nuestros amigos que dan sabor a las comidas y, sí, a veces repiten, pero que en el fondo solo buscan nuestro placer y salud? Igual que Teruel existe, los pimientos importan. Por un mundo que respeta a los pimientos. Por un mundo mejor. No sigamos con este mundo que no vale un pimiento.
3. Ser pan comido
¿Hay algo más fácil que comer pan? Pocas cosas, como indica esta expresión que usamos para referirnos a algo tan, tan sencillo que es ya casi como si estuviese hecho. Una expresión, por otra parte, que es mejor no imaginarse de forma gráfica.
4. Vete a freír espárragos
Así de curiosos somos cuando estamos enfadados. ¿Mandamos a nuestros enemigos a freír espárragos con la esperanza de que les salpique el aceite? ¿es una venganza a largo plazo que busca que nuestro adversario muera de un infarto por tanto espárrago frito? ¿están tan malos los espárragos tras pasar por la sartén?
5. Ponerse como un tomate
Lo típico que te pasa cuando te dicen que te has puesto rojo como un tomate.
6. Yo me lo guiso, yo me lo como
Así era Juan Palomo, un maldito egoísta. ¿Quién era? Además de un señor andaluz que protagonizó acertado un titular en el ABC (Juan Palomo, el auténtico: «Yo no guiso»), el dicho se encuentra por primera vez en Los refranes o proverbios en romance de Hernán Núñez (1578) y en él el guisador era el Rey Palomo. Quevedo repitió los versos unos años después y la expresión ya quedó para siempre.
7. Tener mala leche
Se puede tener mala leche, así en general, o estar de mala leche en un momento particular. También puede ser alguien el que nos ponga de mala leche. ¿De dónde viene la expresión? De cuando se creía que las mamás transmitían a sus hijos su personalidad al darles de mamar… pero como no siempre eran las madres las que daban pecho, sino que se contrataban nodrizas, se buscaba que fueran personas cuasi perfectas (y no solían serlo) para alimentar a los niños leche de esa de buenos modales, buen carácter y seriedad moral. Cuando las cosas fallaban, claro, la culpa la tenía la mala leche absorbida por el pequeño.
8. Tener la sartén por el mango
No a la vez, porque complicaría mucho las cosas, pero el que corta el bacalao suele tener también la sartén por el mango. Una posición mucho más aventajada que la del pobre que está al otro lado intentando agarrarla por el otro extremo sin quemarse.
9. No está el horno para bollos
Déjalo estar. Haz los bollos otro día, por mucho que a nadie le amargue un dulce. El horno no está preparado.
10. Como churros
Empezamos con churros y acabamos también con churros. Porque sí, porque se lo merecen, aunque la lengua los trate tan mal. Aquí un poquito menos, ya que nos referimos simplemente al hecho de que para elaborarlos usamos una máquina que transforma la masa y les da su característica forma… y los hace como churros, ¡con facilidad y en cantidad!
Bueno, a este punto, ¡buen provecho!